La tarde preexiste azul en la profundidad de sus cuadros de donde ella parece salir.
A lo lejos por la ventana iluminada ingresa sin permiso la luz.
Se ven los cerros nítidos dibujados en el paisaje inexistente.
Algunos pájaros equivocados fragmentan el horizonte con sus alas negras o blancas dentro del cielo de sus cuadros.
Por las olas parece evaporarse el tiempo con sus bajeles misteriosos.
Todo en su pintura lo habita el tiempo, el amor y la muerte con su grito.
En otros los alebrijesy los gallos yacen descuartizados por la luz y las sombras de un viento huracanado del mar de las Antillas.
En la mesa, hambriento devoro sus pinturas, como un cuervo sobre los cadáveres de los héroes, en calma adentro de sus violentos
y tiernos trazos SENTIMENTÍSTAS camina la luna sin derrotas como el escudo del último guerrero.
No acaba de irse la tarde. Paulatina se fuga por las hendijas de sus instantes: dorados, verdes, escarlatas, lilas, morados, marinos, naranjas, blancos, negros. Todo el reptil del arco iris derrumbado a mis pies con sus pendones, por donde ella convertida en yedra sale triunfante de su batalla con todo el color existente del universo sobre la madera de los días y cordajes, donde pintan sus pinceles las borrascas de la ternura. En e l fondo, como en la superficie de sus cuadros, sólo ella existe con sus rostros velados de océanos intangibles, mientras con su albor algo muere detrás de la ventana.