De visita por primera vez en la morada azul de la pintora Ileana Gutiérrez, tiene el visitante la sensación de adentrarse en un mundo donde el color estalla sin rumbo sobre la mar de los lienzos.
Ella, su pintura y sus veleros son una revolución interior que salta desde adentro hasta los ojos de quienes observan pasmados, silenciosos y extasiados, el trabajo de esta mujer, menuda y ágil, vivaz y romántica, inteligente y profunda, decidida e inconforme.
Ileana es diferente en la forma de expresar sobre la tela el color que la habita, junto a los rostros, alegorías, fantasmas y las mariposas (entre otros temas) que la rondan y se escapan para quedarse por siempre allí, ante sus ojos de gitana, después de haber logrado el alumbramiento desde su paleta interior.
“Quiero expresar el sentimentismo que me he propuesto, como una forma de mostrar que con la pintura se puede cambiar la mirada y el sentir de las emociones en el arte”. Palabras más, palabras menos es lo que ella quiere contar para explicar que dentro le bulle un volcán inquieto, pleno de formas y color.
Así la percibí, segura en su ruta y en la búsqueda permanente que deletrea cada una de sus pinturas. Para ella, no hay límites, ni barreras, ni temas estáticos, mucho menos lineamientos que la “denuncien”, encasillen o limiten ante los ojos de los conocedores y críticos (si los hubiere) de su obra. Sabemos que el concepto acerca del arte es tan subjetivo, confuso, explosivo, cierto, disímil, etc., como el “amor” (entre otros muchos conceptos) que no podemos definir. Puede ser todo o nada.
Sin embargo, Ileana tiene una meta, un norte “el sentimentismo” o la otra forma de expresar el mundo interior de un artista, en cualquiera de sus expresiones, pero ella sobre manera, en la pintura.
También la palabra que heredara del padre (Carlos Augusto Gutiérrez, gran escritor) le crece y se escapa de ella como una hoja al viento en busca de su propia raíz.
Quién lo creyera, la luna en su obra, es como para los poetas, uno de sus temas favoritos, que tuvo su momento en lo femenino como la génesis de algunas de sus obras. Prometió volver a ella, digo a la luna, porque de la pintura jamás se ha separado ni lo hará, seguramente.
El volumen en su obra, las texturas, la arquitectura, podríamos decir, se sale del lienzo para habitar el espacio y colmarlo de azul, de lilas, rojos, blancos, como un estallido de silencios.
Sus veleros habitan el universo de su oficio, son una constante y la forma de realizar el viaje por los mares infinitos que solo ella conoce, dirige y orienta hacia el faro de su playa de arenas palpitantes, en el laberinto de la vida.
Ha sido una experiencia iluminada compartir unas horas con esta artista, también una copa de vino y así recrear el espíritu frente a un trabajo pictórico que habla del sentimentismo, razón de ser, de una mujer: Ileana la pintora.
Enhorabuena
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Es un navegar tranquilo